viernes, octubre 27, 2006

En el dolor del parto a la alegria

Se ha hablado mucho de las causas y razones de est arebelión. Y sí, son ciertas. Se ha recalcado el gran coraje y la indignación de este pueblo aguerrido ante tanto autoritarismo, tanta pobreza, tanta mentira y tanto robo de los que se dicen gobernantes y sólo son delincuentes organizados. Ante el descaro de quienes llaman “estado de derecho” a la vil represión. Ante la tristeza por los presos, por los muertos, y por los eternos oportunistas muertos en vida. Ante tanta hipocresía de los que se sienten gente de bien y son los encomenderos de esclavos del siglo XXI. Ante tanta humillación cotidiana.
Pero es bueno hablar también de otra cosa notable :la gran alegría en esta lucha. La alegría de cientos de miles en las marchas, bailando, danzando, bromeando,lanzando consignas chuscas, cargando muñecos alegóricos de un humor tan negro, tan moreno, tan sagaz como la gente de esta hermosa tierra. Una y otra vez, una y otra marcha, pero siempre nuevas; miles de acciones, miles de formas de lucha que la expresan: la alegría de un pueblo que se reencuentra consigo mismo, que por fin encuentra su voz, que por fin redescubre su propio valor.
También redescubre en medio del ‘agandalle’ y de la competencia acostumbrada al compañero, a la compañera, esta gran utopía humana de sentirnos unidos con los que nos rodean. Esta gran tradición india de decidir y hacer las cosas juntos. El arte más bello y más complicado de todas las artes oaxaqueñas: hacer asamblea.
Y se acabó el silencio hermético. La gente habla sin cesar a las radios libres y liberadas: viejos militantes,jóvenes maestras, chavos, niñas, amas de casa, abogados, doctoras, mecánicos, taxistas, campesinos,vendedoras, estudiantes. No solo cuentan sino lloran sus amargas experiencias de años de opresión. Aquella maestra todavía capaz de llorar por los niños que sólo llevan una tortilla rota en sus mochilas viejas. Aquel policía que llora porque no quiere reprimir a su gente. Y sin embargo, detrás de su dolor la alegría de por fin poder decirlo. La felicidad que los hace elocuentes atodos, que las hace analistas a todas. Y todas y todos son locutores. En español y en las lenguas maternas.Dan explicaciones asombrosas y contundentes del panorama estatal y nacional. Describen de manera desgarradora los panoramas locales. Y aun así, detrás de la gravedad de su tono y de los hechos, se asoma el alegre saber de la rebeldía. Hasta sus (aparentes) contradicciones alegran: El chavo anarcopunk de repente habla de “nuestro amor por Oaxaca” y se nota que sí: lo siente. Y mientras las ONGs tratan de ser más indígenas que los mismos indios, las autoridades municipales de la sierra se despiden con un “hasta la victoria siempre”, los maestros hablan de ‘mandar obedeciendo’ y las camaradas marxistas-leninistas por más que tratan no pueden ocultar su gran gusto de género ante la toma valiente del canal 9 por las mujeres oaxaqueñas... La felicidad que me invade al observarlo, al escucharlo, al sentirlo. Después de tantos años de oír hasta el cansancio las eternas quejas ante los gastados muros de lamentaciones, siempre acompañadas de cierta autocensura, de cierto grado de cómoda complicidad con el régimen. ‘Ya cayó’, no solo la tiranía, sino también la cobardía que la hace posible. Mi profunda alegría compartida con viejos compañeros y compañeras de la lucha indígena y campesina: tantos años de trabajo organizado, de ‘tequio’ político, tal vez no han sido en balde. Y el ánimo desbordante de las y los nuevos activistas: Si no es ahora, ¿cuándo?. También mi alegría de maestra siempre rebelde: Una vez más, y por fin aquí, creo ver mostrada la esencia de lo que he tratado de vivir y enseñar: La libertad no es un valor más en el catálogo de los valores que ahora son la moda en el discurso de la derecha. Tampoco es sólo un derecho. La libertad ni siquiera es únicamente el resultado lógico de la dialéctica histórica. La libertad es una necesidad humana, una condición fundamental de nuestra existencia. Como el agua, el alimento, el amor. Tarde o temprano surge, sale, empuja, nace, explota este deseo existencial de libertad. Explota con coraje, sí, pero también explota con alegría. ¡Cual danza de bailarines. Cual fiesta de pueblo! Subestiman el subversivo poder de la alegría quienes sólo ven los puños alzados.

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